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Egipto: Te puede interesar

Empezamos

La maldición de los faraones

Cuenta la leyenda que aquel que se atreva a profanar la tumba de un faraón caerá sobre él la enfermedad y la muerte.

Cuando en 1922 Howard Carter entró en la tumba de Tutankamón, un halcón sobrevoló a los presentes. Fue entonces cuando los trabajadores egipcios supieron que la maldición se había desatado.

Arthur Weigall, egiptólogo y escritor, fue la persona que puso en contacto a su amigo Howard Carter con Lord Carnarvon para que este sufragase las excavaciones en el Valle de los Reyes

Esperando la exclusiva del descubrimiento, se sintió traicionado por el aristócrata cuando la vio publicada en The Times.

Fue entonces cuando proféticamente pronunció la frase: “tendrá suerte si vive seis semanas más».

Y así fue, Lord Carnarvon murió en su hotel de El Cairo el 5 de abril de 1923. Al mismo tiempo, la ciudad sufrió un apagón y su perra falleció en Londres tras emitir un angustioso ladrido.

También fue Arthur Weigall quien acuño la frase “la maldición de los faraones”. Poco después, en 1934, dejaba este mundo.

Durante unos años, personas relacionadas con la tumba fueron falleciendo encadenamente. Así, en 1923 un magnate norteamericano y una pareja murieron meses después de visitar el sarcófago.

Un colaborador de Carter en las excavaciones tuvo que marchar enfermo a Nueva York donde finalmente expiró. Sir Archibald Reid, la persona que radiografió el ajuar, fallecería en 1924.

El secretario de Lord Carnarvon se suicidó en extrañas circunstancias en 1929. A las pocas semanas su padre se arrojó por una ventana.

En 1926, un egiptólogo francés resbaló por los escalones de la tumba y pasó a mejor vida.

Tratando de contextualizar, hablamos de los locos años 20. El mundo acaba de salir de una guerra mundial y una pandemia, la mal llamada “fiebre española” (1918), ambas habían mermado sensiblemente a la población mundial.

Para evadirse, se necesitaban noticias de grandes aventuras o sucesos en países exóticos, y el inexplorado y misterioso antiguo Egipto resultaba el lugar perfecto para ello.

Howard Carter murió 17 años después de una enfermedad desconocida. Tenía 64.

Amuletos

Se trata del dios Khepri. Amuleto de vida y poder con forma de escarabajo pelotero.

Los egipcios se fijaron como el escarabajo pelotero introducía en sus madrigueras grandes bolas de estiércol para alimentar a sus crías. Al poco tiempo salían de ellas una gran cantidad de vástagos.

Llegaron a la conclusión que era una manifestación del sol que se renovaba a sí mismo.

El amuleto del escarabajo, en vida proporciona protección contra el mal, en la muerte se pone en el pecho del cadáver para ayudarle a resucitar.

Conocido como «la llave de la vida» o «la cruz de la vida». Significa “vida”.

La asociación del Ankh con el Más Allá se convirtió en un símbolo para los cristianos coptos de Egipto en el siglo IV quienes lo adoptaron como propio. 

Amuleto de protección y curación. Cuidaba y remediaba las enfermedades oculares.

Simboliza la salud, la prosperidad, la indestructibilidad del cuerpo y la capacidad de renacer.

Tiene su origen en el ojo izquierdo -la luna- que perdió Horus tras luchar contra Seth para vengar la muerte de su padre Osiris.

Thot, el dios de la sabiduría, de la escritura y de los hechizos, encontró los 6 pedazos del ojo, los juntó creando la luna llena y se lo devolvió a Horus.

Horus lo utilizó por primera vez como amuleto mágico para devolver la vida a Osiris.

El cetro uas o was tenía la forma de una vara recta coronada con la cabeza de un animal fabuloso, siendo el extremo inferior ahorquillado.

Simboliza el poder, la fuerza y el dominio.

El pilar Djed simboliza la estabilidad.

Los Corleone eran unos aprendices al lado de la dinastía ptolemaica

La dinastía ptolemaica fue la más longeva de la Historia de Egipto manteniéndose en el poder durante 300 años, del 305 a.C. al 30 a.C. con Cleopatra VII.

De origen macedonio, los sucesores de Alejandro Magno en el trono de Egipto impusieron no solo a sus soldados y funcionarios por todo el país, sino su visión política, comercial e intelectual relegando a la antigua cultura egipcia a un segundo plano.

La dinastía ptolemaica fue una de las familias reales más sangrientas y traicioneras de la historia. Fueron crueles y despiadados asesinos, nada que envidiar a la mafia.

Las tramas, la sangre, la brutalidad, las intrigas, los complots y las muertes oscuras formaban parte de su día a día. Para los ptolemaicos el asesinato era una herramienta política legítima y la lealtad familiar no existía.

La mayoría de los ptolemaicos murieron de forma violenta y casi siempre a manos de un miembro de su familia. Los hijos mataban a sus padres, a sus madres, a sus hermanos, y en algunos casos, a sus propios hijos.

Decapitaciones, ejecuciones, envenenamientos o incluso puñaladas por la espalda eran parte de su método. Desde niño, a un ptolemaico se le enseñaba a estar alerta y no fiarse de nadie.

Otra tradición ptolemaica era el incesto. El objetivo era el de preservar la pureza de sangre. Los ptolemaicos decretaron que los miembros de la familia real deberían casarse entre sí.

De los quince matrimonios ptolemaicos, diez fueron entre hermanos y dos con una sobrina o un primo.

¿Debe un faraón llorar en público?

Hoy en día, en los países desarrollados, que un gobernante lloré, se emocione o exprese sencillamente sus más íntimos sentimientos está bien visto. Es más, un buen asesor explotaría esta faceta.

Sin embargo, hace 3300 años era sencillamente impensable. El faraón era un dios en la tierra, no podía mostrar ningún signo de debilidad.

La difunta reina Isabel II del Reino Unido dio toda una lección de cómo las familias reales nunca deberían mostrar públicamente sus emociones.

Pero, todo cambió con Amenofis IV, quien a los cuatro años de reinado cambió su nombre por el de Akenatón, “de gran utilidad para el dios Atón”.

En el busto llora, llora a través de dos profundos y largos canales.

Llora la pérdida de una de sus amadas hijas producto de la peste. Una epidemia que arrasó con casi la mitad de la población del antiguo Egipto.

Una epidemia de peste que fue la excusa perfecta para abandonar Tebas, prescindir del poderoso clero tebano y fundar la nueva ciudad de Amarna de la nada.

Akenatón promovió una reforma religiosa que muchos consideran como el primer monoteísmo de la historia. Cambió toda una religión milenaria de la noche a la mañana.

Decretó que más de 2000 dioses tradicionales que habían protegido a Egipto durante miles de años fuesen eliminados.

Una idea dramática a la vez que revolucionaria: una auténtica herejía.

De la influencia que tuvo en el mundo que estaba por venir solo un ejemplo, el Salmo 104 del rey David es una copia del himno a Atón.

La situación del faraón hereje empeoró al perder a su inseparable compañera, la reina Nefertiti.

Finalmente, su osadía fue pagada con la damnatio memoriae, «condena a la memoria», esto es, se borró todo lo que pudiese recordarle.

Sin embargo, con el tiempo, la arqueología lo resucitó.

Es más que probable que fuera asesinado en un complot promovido por los que querían recuperar el estatus anterior.

Cleopatra o cómo desprestigiar desde el poder

Hemos conocido a Cleopatra menos por los historiadores y más a través de la literatura, el arte, la pintura y, sobre todo por el cine del siglo XX.

Este retrato de Cleopatra de John William Waterhouse de 1888 refleja la idea que de ella se ha tenido, una mujer llena de ambición, despiadada, manipuladora, seductora, libidinosa, una femme fatale, esto es, la mujer que cautiva a los hombres para llevarlos a su perdición.

Cleopatra fue el primer exponente de lo que a partir del Romanticismo conoceremos como el mito de la mujer oriental.

El constructor de la imagen que de Cleopatra ha llegado hasta nuestros días no fue otro que su archienemigo Octaviano, el futuro primer emperador de Roma, Octavio Augusto.

Todo obedecía a una estrategia política cuidadosamente estudiada cuyo objetivo era consolidar el nuevo régimen. Para ello Augusto se rodeó de un grupo de escritores e ideólogos que con sus poemas y narraciones convirtieron a Cleopatra en el centro de sus ataques.

Cleopatra era una amenaza para los valores tradicionales romanos. Según ellos, ella representaba la pasión, oriente, mientras que Octavio Augusto era el defensor de la razón, occidente.

Unos ejemplos. Para Lucano, Cleopatra era una inmoral, y Horacio la describió como un fatale monstrum, “la serpiente del Nilo”.

Su leyenda negra pasó por San Agustín quien criticó su suicidio porque “solo Dios puede arrebatar la vida”. Giovanni Boccaccio la describió como una buscona. William Shakespeare escribió Antonio y Cleopatra (1606) en donde alecciona sobre los desastres a los que lleva la pasión amorosa.

Sin embargo, Cleopatra fue una mujer inteligente. Tuvo una esmerada educación. Estudió matemáticas, filosofía y astronomía.

Fue el único ptolomeo que aprendió el idioma egipcio. Además, hablaba griego y hebreo. Como gobernante intentó salvar a Egipto de un desastre que era irremediable.

Fue amante de Julio César y esposa de Marco Aurelio. También fue una gran madre. A su hijo Cesarión trató de convertirlo en gobernante de Roma. Antes de morir intentó defender la vida de sus hijos.

Su belleza no era lo más destacable. Las monedas nos indican que tenía una nariz aguileña.

El emperador Augusto ordenó que la propaganda se encargará de que el hito fundacional de su reinado fuese la batalla de Actium, septiembre del año 31 a. C., esto es, la derrota de Cleopatra.

Cuando llegó a Alejandría, Augusto quería llevarse a Cleopatra con vida y exponerla en Roma como botín de guerra. La mayor de las humillaciones para una reina.

Sin embargo, Cleopatra era consciente de que su final había llegado, y para evitar la humillación se suicidó. Era el 30 de agosto del año 30 a.C.

Tal era el rencor de Augusto hacia Cleopatra que cuando tuvo la oportunidad de escoger un mes en su honor, en lugar de elegir septiembre, el mes en el que nació, opto por el mes en el que murió Cleopatra, así, pensó, todos los años se recordaría la derrota de la última faraona de Egipto.


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